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Diccionario de palabras que no existen

Los japoneses llaman 'tsundoku' a comprar un libro y no leerlo y los ingleses no sabrían decir 'friolero'. Una autora ha reunido las mejores palabras intraducibles del mundo


Que nos cueste encontrar una palabra adecuada no quiere decir que no exista sino que, simplemente, no la hay en nuestro idioma. Si un castellanoparlante quiere expresar la frustración que le provoca alguien con el que ha quedado y que le está haciendo esperar, tendría que usar una frase entera (o, en ese complemento verbal tan ibérico, hacer un gesto exagerado); sin embargo, los inuit, indígenas de las zonas árticas de Groelandia, Canadá y Estados Unidos, resumen este sentimiento con una sola palabra: iktsuarpok. Asimismo, el valiente español que quiera admitir que el dolor de otros le produce algo de placer (algo que pasa frecuentemente, como cuando miramos desde casa cómo la lluvia empapa a la gente en la calle; aunque también hay quien celebra que un patinador artistico se caiga o que el empollón de la clase saque un suficiente) tendría que explicarse con cuidado, cuando un alemán solo tiene que alegar que siente schadenfreude. Si alguien nos sonríe sin simpatía, estamos obligados por el idioma a llamarlo sonrisa igual, cuando los ingleses pueden cambiar el smile (sonrisa, propiamente dicho) por smirk (sonrisa con la boca medio cerrada, como de listillo) o grin (más asociada a alguien que está pasmando y se le ha quedado la sonrisa en la boca como un rictus).

Las carencias no son, evidentemente, algo único del castellano. Es más, la diseñadora gráfica Anjana Iyer ha recogido, en una serie de ilustraciones llamada Found in Translation, una treintena de palabras casi imposibles de traducir al idioma de Shakespeare (ni en el de Cervantes, de paso). Curiosamente, muchas de ellas describen sentimientos. Mamihlapinatapei habla en yagán, idioma de una tribu indígena de Chile, de una mirada entre dos personas que desean iniciar algo pero no son capaces de juntar el valor necesario para dar el primer paso. En alemán, waldeinsamkeit describe la sensación de estar solo en un bosque y fernweh la de echar de menos un lugar en el que nunca se ha estado. Las hay más cursis como gokotta, que en sueco quiere decir levantarse pronto por la mañana con el propósito de escuchar el canto de los primeros pájaros.

Dos palabras, del japonés y el alemán respectivamente, de difícil traducción 

También hay bastantes japonesas. Por ejemplo, age-otori quiere decir que has quedado menos favorecido tras cortarte el pelo; tsundoku es comprar un libro y no leerlo, y komorebi es la luz del sol que se cuela entre las hojas de los árboles. También hay alguna palabra española que no encuentra su equivalente en inglés, como friolero. Aunque no es la única difícil de expresar en la lengua de Shakespeare.

Que una expresión exista en un idioma y en otro no se debe simplemente a una cuestión de necesidad. El finlandés tiene la palabra tokka para referirse a una manada de renos y es bien sabido que los inuits tienen decenas de palabras para diferenciar distintos tipos de nieve y tonalidades de blanco. Este fenómeno se conoce en antropología como vocabulario focal, es decir, el léxico de un grupo social se desarrolla en función de su cultura, su entorno… Así, los alemanes, conocidos consumidores de cerveza, tienen unas 70 palabras para describir esta bebida y los estadounidenses cuentan con decenas de sinónimos para hablar de coches y dinero (es llamativo que esta flexibilidad estadounidense haya llegado a España por la vía del doblaje, que traducía la expresión bucks por su significado literal, pavos: ahora en según qué círculos se llama como esa ave a los euros).

La interminable palabra de la izquierda proviene del Yagan, la de la derecha del japonés 

Gestos con diferentes significados

También los gestos se prestan a la confusión, más aún cuando se trata de expresión corporal. Los gestos, como todo lenguaje, se estructuran según códigos interpretables por el grueso de la población y así lo ha evidenciado Paul Ekman, catedrático de psicología de la Universidad de San Francisco y uno de los investigadores más reputados en el campo de la comunicación no verbal. Sin embargo, también a la hora de expresarnos con las manos existen diferencias culturales e incluso los gestos más comunes, los gestos simbólicos, pueden dar lugar a interpretaciones erróneas.
Para reducir al mínimo estas brechas comunicativas, sobre todo porque en los albores de la globalización económica necesitábamos aprender que hay países más cariñosos que otros, surgieron manuales de protocolo útiles hasta para el más común de los mortales: Kiss, Bow, or Shake Hands (The Bestselling Guide to Doing Business in More than 60 Countries), de Terri Morrison y Wayne A Conaway, es el la biblia de las guías sobre cómo superar las diferencias culturales. pero el más reciente Don't Get Me Wrong!: The Global Gestures Guide, de Julia Grosse. Este último, centrado únicamente en cómo un gesto tan común como por ejemplo los cuernos puede ser admirable en Estados Unidos y ofensivo según el contexto en España, ha recopilado gestos de hasta 50 países, de Australia a Zimbabwe, para dar cuenta de las diferencias de nuestra comunicación no verbal.

Alzar pulgares

Todo va bien cuando haces este gesto en países como Estados Unidos, Gran Bretaña, Corea del Sur, Sudáfrica y, por supuesto, España. En Francia, Polonia y Suiza levantar el pulgar es un gesto matemático, ya que señala una unidad de cualquier cosa; pero ojo si se te ocurre elevar un centímetro ese dedo en Grecia, Afganistán, Irán o Iraq, ya que se considera un insulto. Peor aún si elevas ambos: el bilakh es de lo más grosero para un iraquí. Es como la peineta (¿para cuándo un nombre menos ridículo para un término tan ofensivo?) persa.

Cuestión de cuernos

En Italia, Brasil, Portugal, Colombia y por estas latitudes hay que vigilar a quien se le dedica este gesto y alza el índice y el meñique a la vez, ya que podrían correr peligro sus votos matrimoniales. El cornudo es un paria en el arco mediterráneo (y algo más al oeste), pero los cuernos en manos de roqueros lo único que pretenden es que se le dé más caña a la guitarra.

Pulgar e índice unidos a veces no es ok

El gesto perfecto para canadienses, mexicanos, suizos, estadounidenses y gran parte del área norte del globo terráqueo. Sin embargo, tanto en Brasil como en Turquía el círculo que forman ese pulgar e índice unidos por sus extremos se considera obsceno, ya que recuerda a uno de los orificios menos insignes de nuestro cuerpo.
Un señor buscando la forma de decir en una sola palabra de castellano que se va a levantar pronto para oír trinar a los pájaros. Si fuera sueco, solo tendría que decir gokotta
Crucemos los dedos

El clásico gesto de buena suerte está muy mal visto en Vietnam y otros países surasiáticos ya que los dedos cruzados simbolizan las piernas cruzadas femeninas y, por extensión, su sexo.

Juntar todos los dedos a la vez

Es uno de los gestos más característicos de los italianos, que tanto viene a preguntarnos qué queremos de manera paciente como nos invita a desaparecer del mapa. En Congo significa algo pequeño; en Turquía, que una cosa es bonita o buena; mientras que en Egipto nos invita a que esperemos un momento a ser atendidos.

Besos y saludos

Mientras que en Reino Unido y Estados Unidos besar en la mejilla para saludar se le permite a familia y amigos cercanos, los franceses han hecho de su faire la bise una cuestión nacional. Más al norte, en Holanda, Bélgica y Suiza, en vez de dos, se saludan con tres besos; y más al sur y al este, en Oriente Medio, el beso en la mejilla está reservado sólo al saludo entre hombres. Los zurdos han de saber que en Arabia Saudí y otros países islámicos la mano izquierda, utilizada habitualmente para la limpieza corporal, se considera sucia y es una falta de educación saludar o comer con ella.



Triunfalista o pacifista, los dedos índice y corazón han pasado a nuestro imaginario colectivo gracias a los medios como símbolo de cierto buenrollismo. A la inversa que en Reino Unido, Irlanda y otros países de la Commonwealth como Australia y Nueva Zelanda, donde significa todo lo contrario: no sólo es un signo grosero, sino también un desafío a la autoridad cuando el dorso de la mano mira hacia quien se quiere ofender. Piensen en Churchill y luego en Sid Vicious.

Barbillas afiladas

Los belgas, franceses, italianos transalpinos y tunecinos envían a tomar viento a la gente acariciando con gesto amenazante su barbilla. En Francia, no obstante, se trata de un gesto que enfatiza la caradura de ciertos sinvergüenzas, pero en la Italia meridional tocarse la barbilla de dentro hacia fuera es un simple y rotundo no.

Pulgar e índice como una pistolita

Para prácticos, los habitantes de Bélgica, Liechtenstein y Holanda donde este gesto no significa nada más que una pareja, un dos. Y como curiosidad, en China la pistolita se multiplica por cuatro y es símbolo del número ocho. Por el contrario, en Italia es señal de que las cosas no funcionan. Por algo aquí también vemos en ese gesto la imagen de un gatillazo.


Fuente: MÓNICA LUENGO MONTERO / PAULA ARANTZAZU RUIZ

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