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"El tiempo es arena en mis manos"

"Hasta siempre, gracias...totales"
La que probablemente sea su frase, su gran frase, la última que quedó perenne en el imaginario popular, ahora se lee con otro lente. Fueron las palabras para un momento de apoteosis e incertidumbre creativa, de camino abierto sobre sólidas bases, allá por 1997. Hoy, representa un adiós lleno de tristeza para miles. Gustavo Cerati murió sin haber alcanzado la vejez, ni cronológica ni creativa.

A pesar de los largos años desde su accidente cerebrovascular, cuesta creerlo al leer, y lo mismo ocurre al escribir. Cómo nombrarlo, cómo describirlo, por dónde empezar en la incredulidad del pretérito. ¿Uno de los principales referentes del rock nacional desde hace 30 años? Sí. ¿Un músico que entró en la fe popular desde costados impensados? Definitivamente. ¿La cara más visible de una banda, Soda Stereo, que puso a la Argentina en el mapa del rock en español? También.

Era todo eso y apenas había cumplido 55 años en agosto. Hay quienes son muy buenos compositores, quienes son muy buenos guitarristas y quienes son muy buenos vocalistas. Cerati llenaba los tres casilleros. Y un par de definiciones más, aunque pocas referencias hay en ese sentido. Primero, Cerati (y Soda Stereo en general) era profesional. Prolijo, detallista en el fondo y en las formas, todos sus trabajos, rezumaban calidad.

Una más: era un artista brillante y camaleónico, más allá de la estética. Fue un músico que coqueteó (en realidad bastante más que eso) con la electrónica, como en sus experimentos con Plan V o en ciertos tramos de discos solistas como Bocanada. E incluso desde Soda Stereo, una banda que se nutrió de las mejores influencias, llámense The Police, The Cure, The Smiths o en un sentido un poco más disperso la movida de Manchester a principios de los 90, el shoegaze y el espíritu sónico de comienzos de los 90. Y todo, siempre, "al calor de las masas".



Su vida personal fue agitada. En los 80 estuvo casado con la diseñadora Belén Edwards. Tras un divorcio, tuvo dos hijos, Benito y Lisa, con la modelo chilena Cecilia Amenábar. Más tarde, el vínculo con Déborah de Corral fue lo más cerca que estuvo de convertirse en comidilla de programas de TV y revistas que de otro modo no les hubieran prestado demasiada atención (la ex modelo y cantante había sido pareja de Charly Alberti, baterista en Soda).

Desde lo musical, el hilo conductor de toda su carrera fue la fórmula "sensibilidad pop + actitud rockera de amplio rango". Desde sus letras, Cerati tuvo un gran mérito: logró que multitudes corearan versos que hasta ese momento parecían improbables como "Quiero un zoom anatómico" o "Yo conozco ese lugar donde revientan las estrellas". Dejó decenas de frases en el imaginario popular.

Las citas a Soda Stereo no son obviables. En retrospectiva, difícil es separar su carrera solista de la banda que arrancó con tres pibes enloquecidos con la new wave y que desde los sótanos del Café Einstein a principios de los 80 conquistaron América latina sin que mediara una década.

La historia es harto conocida. Estudiante de Publicidad en común con Zeta Bosio, el bajista de Soda, ambos formaron varios embriones de bandas sin demasiado vuelo hasta que Carlos Alberto Ficicchia Gigliotti (es decir, Charly Alberti), se decidió a conquistar a la hermana del guitarrista, María Laura Cerati. No lo consiguió, pero terminó de configurar el trío por excelencia del rock nacional. Primero como Los Estereotipos. Y luego, ya sí, como Soda Stereo.

Después del raid conquistador "a lo Hernán Cortés" (más de siete millones de discos venidos), Soda Stereo se despidió el 21 de setiembre de 1997 en River, en una serie de conciertos cuyo epílogo fue el "Gracias...totales". El grupo volvió diez años después, en octubre de 2007. En el medio, una reunión en casa de Charly Alberti sirvió para reunir mínimamente los pedazos de un conjunto irremediablemente roto. "Hubo buena onda. Vamos para adelante", dijo Cerati en esa ocasión. Fue todo un éxito.

Dio la sensación de que para la vuelta faltaba, entre otras, una condición: que Cerati alcanzara en soledad cimas similares a la del grupo. Su carrera solista había comenzado cuando todavía la llama de Soda seguía viva pero languidecía en medio de las disputas internas, con el excelente Amor amarillo como piedra basal. Después de buenos discos como Bocanada y Siempre es hoy, repitió un éxito a la altura de Soda Stereo con Ahí vamos (cuando se volvió a meter en el habla popular con el verso "Qué otra cosa puedo hacer").

La aceptación popular estuvo acompañada por el reconocimiento y homenaje de pares y de la industria. Ganó cuatro Grammy latinos, tres premios MTV, un Gardel de Oro.


En 2006 los problemas de salud aparecieron en un nivel peligroso. Ese año, una trombosis lo convirtió, según sus propias palabras, en "una bomba de tiempo". Su último recital en la Argentina fue en diciembre de 2009, ante unas 25 mil personas en el Club Ciudad, donde había presentado su último disco, Fuerza natural.

"Resuena en mí su voz / Resuena en mí su voz", son los últimos versos del último tema de ese último disco.

Vaya si deben estar pensando eso, hoy, cientos de miles de fanáticos.


Fuente: Clarín

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