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Ciudad y literatura


Un recorrido por algunas obras fundamentales para caracterizar a la ciudad de Buenos Aires. Distintos escritores han representado a la ciudad de Buenos Aires a los largo de su historia. Desde ensayistas, hasta escritores y autores de letras de tangos - una de las máximas creaciones de la metrópolis del Plata-, todos han pensado en una ciudad que por momentos es igual y que por otros difiere del resto: el lugar del recuerdo, la imagen de la mujer terrible, la nostálgica, la utópica, la irreal.

 “Aunque muy pobre cosa, muy modesta, nuestra ciudad había nacido con un hechizo misterioso. Viajeros ilustres y refinados que visitaron en América ciudades admirables, ciudades tan pintorescas y suntuosas como Los reyes de Méjico, al hablar de Buenos Aires ponen en sus páginas un cariño especial. Cuando la fea enamora, el mal es más hondo”.
                                                              Enrique Larreta, Las dos fundaciones de Buenos Aires

La cita de la obra de Enrique Larreta que aparece en el epígrafe sirve para introducir el tema y comenzar a pensar en la ciudad de Buenos Aires en las letras. Buenos Aires tiene más de cuatro siglos de historia, poco si se la compara con las grandes ciudades europeas pero mucho si las otras que entran en la comparación son las de América. A lo largo de su historia, distintos escritores la han caracterizado de distintas maneras. El eje de este trabajo es, precisamente, la ciudad de Buenos Aires a través de la mirada de diversos escritores. De esta manera ingresaremos en un mundo complejo, en el que se muestra como la ciudad es un organismo vivo que está en constante cambio.
El Diccionario de la Real Academia Española define a la ciudad diciendo que es un “conjunto de edificios y calles, regidos por un ayuntamiento, cuya población densa y numerosa se dedica por lo común a actividades no agrícola”. Más allá de esta definición material que se asemeja tal vez a la definición que ofrece Italo Calvino en Las ciudades invisibles cuando dice que la ciudad es lo que se opone al desierto, es interesante preguntarse qué es la ciudad para la literatura, qué es la ciudad para sus habitantes y cómo la literatura muestra y crea una idea de ciudad y de habitante que lleva a darle un sello propio y una identificación particular. ¿Cómo es la ciudad? ¿Hay sólo una o son varias conviviendo en un mismo espacio físico? ¿Qué les sucede a sus habitantes? ¿Sus vidas son una consecuencia de la ciudad o son sus vidas las que la caracterizan? ¿Cómo se configura la ciudad desde el tango? Estas son algunas preguntas para comenzar a pensar en el tema. Muchos críticos (Borges, quien comparte ambas categorías, Beatriz Sarlo, Susana Cella, Sylvia Saítta y Juan José Cebreli) y escritores en todos los tiempos y lugares han respondido a estos y otros interrogantes en torno al tema convocante.
Si el recorrido temático se centra por el lado de los escritores, haciendo un rápido recorrido por la literatura argentina se observa que ella ha sido un tópico sobre el cual distintos creadores escribieron y expusieron sus líneas de pensamiento. Una de sus primeras apariciones literarias es el testimonio de Isabel de Guevara, una de las pocas mujeres que acompañaron a Pedro de Mendoza en su expedición al Mar Dulce, tal como denominó al Río de la Plata. En una carta del año 1556, dirigida a la princesa describe el hambre y el sufrimiento que padecieron sus primeros pobladores. Dentro de la misma línea se puede ubicar al relato de Ulrico Schmidell quien en su Viaje al Río de la Plata del año 1599 muestra una Buenos Aires que continúa siendo dominada por el hambre en la que para poder satisfacerlo se comían desde ratas, ratones y reptiles hasta hombres que habían sido ahorcados. Esos mismos testimonios históricos fueron tomados por Manuel Mujica Láinez y recreados en “El hambre”, el primero de los cuentos de Misteriosa Buenos Aires. 
Esa ciudad cuyos habitantes llegaban, impulsados por el hambre, al canibalismo tal vez no era tan rica como había sido señalado unos treinta años antes por el Oidor Juan de Matienzo en su Carta al Rey de 1666 pero con el correr del tiempo comenzó a ser un gran polo social, cultural, económico. Tal vez uno de los primeros testimonios que comienza a mostrar esa ciudad de Buenos Aires que se transformaría en un centro urbano con sus características particulares se encuentra en el Facundo de Domingo Faustino Sarmiento:
"Buenos Aires está llamada a ser la ciudad más gigantesca de ambas Américas. Bajo un clima benigno, señora de la navegación de cien ríos que fluyen a sus pies, reclinada muellemente sobre un inmenso territorio, y con trece provincias interiores que no conocen otra salida para sus productos, fuera ya la Babilonia americana, si el espíritu de la pampa no hubiese soplado sobre ella y si no ahogase en sus fuentes, el tributo de riqueza que los ríos y las provincias tienen que llevarla siempre. Ella sola, en la vasta extensión argentina, está en contacto con las naciones europeas; ella sola explota las ventajas del comercio extranjero; ella sola tiene poder y rentas." (Sarmiento, 1995: 72).
Congruente con las imágenes presentadas hasta el momento pero opuesta a la caracterización que hace Sarmiento de ella, Rafael Barret, un escritor y periodista español que llegó a Buenos Aires en el año 1903, muestra una ciudad que podría ser caracterizada como el lugar de las pesadillas, una imagen que para la época es bastante diferente de la hegemónica que la mostraba como una ciudad rica y opulenta. En el marco de una geografía plagada de espectros verdosos que se despegan de las fachadas de la Avenida de Mayo, este autor, presenta a los niños y jóvenes como desnudos, descalzos, extenuados, con el hambre en sus rostros, y junto a estos a los obreros a los que caracteriza como machos fuertes y siniestros, con una mirada de odio en sus caras. Barret muestra como, en el mismo marco geográfico de la opulencia con los palacetes de comienzos de siglo XX, hay una población harapienta que surge del abismo “y vaga y roe al pie de los palacios unidos los unos a los otros en la larga perspectiva, gigantescos, mudos, cerrados de arriba abajo, inatacables, inaccesibles”.
Una década más tarde, los movimientos de vanguardia tomaron el tema de la ciudad y lo convirtieron no en un espacio referencial, además de ser una condición de la invención estética de los autores que se agrupaban en torno a determinadas estéticas, como por ejemplo Oliverio Girondo, Jorge Luis Borges y R. Arlt. Ellos y otros más van a crean sus visiones de ciudad con interesantes puntos de contacto con las del pasado que se han mencionado, con miradas críticas, celebratorias y nostálgicas de un tiempo que pasó, elemento propio del modernismo. Así, Buenos Aires que pasa de ser tan sólo una ciudad mediocre a la gran metrópolis sobre el Río de la Plata y se va a transformar en una obsesión de los escritores. Así, la ciudad va a ser observada y descripta por Leopoldo Marechal en Adán Buenosayres en la que aparece la casa en donde vivía como pensionista, las calles, distintas de las céntricas; el paso de los carros con sus conductores, los juegos de los muchachos y en grito de los verduleros desde los pescantes de los carros, entre otras cosas. Otro de los escritores, Borges, ofrece una descripción de los lugares de la ciudad que comenzaron a dejar una impronta en la literatura:
"En las afueras están las involuntarias bellezas de Buenos Aires, que son también las únicas -la liviana calle navegadora Blanco Encalada, las desvalidas esquinas de Villa Crespo, de San Cristóbal Sur, de Barracas, la majestad miserable de las orillas de la estación de cargas La Paternal y de Puente Alsina -más expresivas, creo, que las obras hechas con deliberación de belleza: la Costanera, el Balneario y el Rosedal..." (Evaristo Carriego, 1986: 54).
Otros la ven con cierta nostalgia, como esa ciudad que se termina. Esa es la perspectiva de Fray Mocho en Memorias de un Vigilante donde, desde una creación anecdótica a través de su personaje Fabio Carrizo, presenta a la urbe y a los suburbios acompañados de su tipismo, en el que aparecen pícaros, burladores, algunos lugares como el Café de Cassoulet y todo lo vinculado con el mundo lunfardo.
Buenos Aires continuará siendo presentada como una ciudad terrible, el lugar del recuerdo, un lugar mítico (Marechal), un laberinto (Borges), relacionada con el turismo y el grotesco (Girando). Para otros, la ciudad va a ser “la cabeza de Goliat” (tal vez considerando que esta idea se cincela con la cita de Sarmiento quien dejo que había sido llamada a ser la gran ciudad, la más grande de América), tal como denomina Ezequiel Martínez Estrada a su libro en el que propone un recorrido por varias Buenos Aires (por ejemplo la de pedro de Mendoza, la de Juan de Garay). Es interesante la descripción que hace del alma de la ciudad y de su evolución: “el alma de la ciudad, aunque inmortal como es debido, cambia según las edades lo mismo que el alma del hombre” (Martínez Estrada, 2005, 58).
En la literatura actual, la ciudad de Buenos Aires sigue presente en tres tipos de textos literarios. Dentro del primer grupo que voy a caracterizar como “científico - literario” se encuentran los tres tomos de Buenos Aires es leyenda (2003, 2006 y 2008) de Guillermo Barrantes y Víctor Coviello. En ellos se aborda el tema de los mitos urbanos a través de investigaciones basadas, tal como se puede leer en el prólogo del libro, en archivos históricos, documentos de barriales y testimonios exclusivos. En el segundo grupo se incluyen las novelas históricas que se desarrollan en el escenario de la ciudad. Con un antecedente en la novela La ciudad junto al río inmóvil de Eduardo Mallea (1935), en los años 90 se provoca un boom en la Argentina con el desarrollo de la novela histórica. En muchas de ellas la ciudad es sólo un marco, el contexto en el que se desarrolla las historias en las que se muestran como escenarios el Teatro Colón, los bailes del Club del Progreso, Barracas o San Telmo, entre otros lugares (por ejemplo Felicitas Guerrero. La mujer más hermosa de la República de Ana María Cabrera, Soy Roca de Félix Luna, Un amante de rojo. Una historia de cuando Buenos Aires fue británica de Alejo Brignole, Trinidad Guevara. La favorita de la escena porteña de Carmen Sanpedro, Un dando en la corte del Rey Alfonso de María Ester de Miguel o Vida de un ausente. La novelesca biografía del talentoso seductor Juan Bautista Alberdi de José Ignacio García Hamilton) o de algunas es su protagonista como sucede con la novela Confesiones de un dando. El Buenos Aires de los años 20 en el diario de un paseante de Danilo Alberó. En un tercer grupo he unido a distintas obras literarias que sin tener la pretensión de ser históricas usan a la geografía y la cultura de la ciudad para el marco de sus obras, como por ejemplo la novela El cantor de tango (2008) de Tomás Eloy Martínez en la que caracteriza a esta ciudad a través del relato de un narrador protagonista que llega a ella con una hipótesis de cómo sería ese lugar tan alejado del mundo, descubriendo que, a pesar de habérsela imaginado similar a Kuala Lumpur, Buenos Aires se parecía en realidad a todas las ciudades conocidas:
“Los suburbios imitaban las ciudades europeas: parques vacíos, torres como palareras, iglesias con campanarios coronados por estatuas de la Virgen María, casas con enormes discos de televisión en las azoteas. Buenos aires no se parecía a Kuala Lumpur. En verdad se parecía a casi todo lo que yo había vista antes; es decir, se parecía a nada” (19).

Es en ese deambular del personaje en el que el observador se va transformando en un analista con interesantes puntos de contacto con Barret, que describe que hay dos Buenos Aires en la arquitectura, la ruinosa que se encuentra a la altura del suelo y la otra, majestuosa a partir de las segundas y terceras plantas, aspecto que evidencia, dice Eloy Martínez que un viejo resplandor del pasado está presente pero que se niega a bajar y tal vez a desaparecer.
Paralelamente a muchos de los escritos de la década del 30, y preveniente de un lugar más marginal desde la perspectiva de los cánones tradicionales, el barrio y la literatura popular, se va creando en Buenos Aires otra imagen, la de la ciudad y sus habitantes vistos por medio del tango. Desde tangos clásicos, por ejemplo La canción de Buenos Aires (1933) que fue el tema de inicio de la primera película sonora argentina, pasando por Buenos Aires (1923) o Balada para un loco (1969) con letra de Aldo Ferrer y música de Astor Piazzola, la ciudad siempre ha estado presente en esta literatura.
El contexto literario de creación de las letras de tangos más interesantes que hacen referencia a la ciudad son los años 20 y las décadas del 30 y del 40, es el del Cosmopolitismo que se interesa por mostrar la problemática urbana mediante estrategias discursivas tomadas del Neorrealismo por la exageración que existe del problema de la angustia del hombre y del Existencialismo, el que es llevado a la literatura por J. P. Sartre quien muestra un hombre moderno que es un ser solitario, angustiado porque vive en un mundo frío que lo ignora y que mutila su fe en las creencias tradicionales y hasta con algunos elementos del Modernismo. Basta tan sólo con leer algunos de los versos de Enrique Santos Discépolo en Yira … yira … (1929) para poder comprender de qué forma aparecen en la literatura los males y las tristezas del hombre que habita esta ciudad
En muchos de los tangos se va a ver de qué forma el hombre le cantó a su ciudad, a su barrio. Cada barrio era una ciudad en pequeño, un mundo minúsculo y diferenciado. Y eso constituía un orgullo localista, un galardón ingenuo y pedantesco. Lo primero era el barrio. Por ejemplo, Homero Manzi, uno de los grandes autores de letras de tangos, escribió en el tango Sur (1948) al que pertenecen estos versos que se han seleccionado:
“San Juan y Boedo antiguo y todo el cielo Pompeya y más allá la inundación. La esquina del herrero, barro y pampa, tu casa, tu vereda y el zanjón. Las calles y las lunas suburbanas y mi amor y tu ventana todo ha muerto, ya lo sé”.
Como se puede ver, sigue presente el recuerdo. La melancolía, en un contexto determinado que es el barrio de Pompeya, uno de los de la ciudad de Buenos Aires, pasa a ser en el tango y en la ciudad una de sus características fundamentales. Unida a ésta, el recuerdo de las cosa del pasado, de la infancia, de los amigos, de la madre, tal como se puede leer en esta estrofa de Cafetín de Buenos Aires:
“¿Cómo olvidarte en esta queja, cafetín de Buenos Aires, si sos lo único en la vida que se pareció a mi vieja? En tu mezcla milagrosa de sabiondos y suicidas yo aprendí filosofía, dados, timba y la poesía cruel, de no pensar más en mí”. (Discépolo, 1948)
Pero como se dijo antes, Buenos Aires, también va a estar presente en las obras de los ensayistas. Un trabajo de consulta obligada es el clásico de Juan José Sebreli (1964 y 2004) en el cual intenta mostrar una ciudad, por momentos monstruosa, que posee una vida cotidiana de alienación, es decir de un estado mental que lleva a los hombres a perder la propia identidad y que genera, tal vez, de esa forma la identidad de la Buenos Aires. Este monstruo es desmenuzado a partir del análisis de las distintas clases sociales, es decir la burguesía, la clase media, el lumpen y los trabajadores. En el segundo de los ensayos que componen la actual edición del libro, el tema central es la ciudad en crisis a partir de un contexto de creación, el posterior a la crisis del año 2001 con las características de la vida cotidiana y una descripción de cómo es ella hoy, con puntos de encuentro en los temas y en algunas de las perspectivas que toma con La ciudad vista. Mercancías y cultura urbana (2009), el último libro de Beatriz Sarlo, al incorporar a su análisis temas como los shoppings, el café, la violencia, la degradación del centro, el desarrollo de la pobreza y la presencia de los pobres en la ciudad como una especie de contrautopía de las promesas de la ciudad y de la inclusión, todos aspectos que forman parte hoy de la nueva urbe. Buenos Aires ha sido objeto de varias investigaciones entre las que se destaca el libro de Beatriz Sarlo Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930 en el que, luego de una profunda investigación, analiza a la ciudad como el escenario de una modernidad que va gestando una nueva imagen a partir de la década del 20 con el desarrollo de las vanguardias y con las visiones que desde éstas se generan de la ciudad y de sus pensadores. Aborda en ella algunos tópicos como el de las mitologías urbanas en relación con el mito rural, trata de comprender como éste está presente en las manifestaciones literarias que hablan acerca de la ciudad y analiza los aportes de escritores como Ezequiel Martínez Estrada, Eduardo Mallea, Victoria Ocampo, Alfonsina Storni, entre otros, que le dieron a las letras un carácter distintivo y que son una importante fuente de información para entender de qué forma actuaron las vanguardias, cuáles fueron sus presupuestos estéticos y que consecuencias tuvieron en aquellos temas vinculados con la cultura de la ciudad de Buenos Aires. Señala en su libro que es la literatura la que crea el suburbio (en el que se va a desarrollar el tango), el que no va a estar ya en las orillas sino que se va a convertir en el centro, tal como puede advertirse en muchas de las producciones de los escritores del período.
Sin dudas, ingresar al mundo de la ciudad, esa construcción histórica, material, social y mental, es apasionante pues la misma puede permitir la comprensión de un discurso complejo que, tal como la caracterizó Barthes (2003) y Rama (1984), tiene su dinámica y su significación.


  Fuente: Marcelo E. Bianchi Bustos

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