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Diccionario Literario


In medias res (en latín: “en medio de las cosas”) es una técnica literaria donde la trama (los hechos tal y como nos los presenta el narrador) comienza en mitad de la fábula (los hechos ordenados en el tiempo linealmente).

Se contrapone al concepto de ab ovo (literalmente “desde el huevo”) o ab initito (“desde el inicio”). En las obras comenzadas in media res los protagonistas, los lugares y la propia trama se nos presentan mediante flashbacks. Los términos in media res y ab initio fueron utilizados por primera vez por Horacio en su Ars Poetica.
 Uno de los ejemplos más antiguos de obra comenzada in media res es la Odisea de Homero, pues el poeta, tras invocar a las musas, comienza la narración cuando ya han transcurrido veinte años desde la marcha de Odiseo. Los primeros cantos nos presentan a Telémaco y Penélope resistiendo la dura situación con los pretendientes y Odiseo aparece en la corte de Feacia, donde él mismo contará a sus anfitriones los diez años de penuria que ha vivido intentando volver a Ítaca desde Troya.

El Romacero Gitano de Federico García Lorca, utiliza esta técnica, respetando la estructura de los romances medievales que él toma como referencia para su poemario. 

Los romances medievales castellanos tenían como procedimiento habitual comenzar la narración sin ponernos en antecedentes sobre los personajes y acciones anteriores; de hecho, muchas veces ni siquiera se nos anuncia quién habla y sólo lo descubrimos más tarde gracias a las palabras del interlocutor. Un ejemplo muy claro es el Romance de Abenámar, una de las composiciones más destacadas del Romancero Viejo:

—¡Abenámar, Abenámar,


moro de la morería,
 el día que tu naciste
 grandes señales había!
 Estaba la mar en calma,
 la luna estaba crecida,
 moro que en tal signo nace
 no debe decir mentira.
 Allí respondiera el moro,
 bien oiréis lo que diría:
 —Yo te la diré, señor,
 aunque me cueste la vida,
 porque soy hijo de un moro
 y una cristiana cautiva;
 siendo yo niño y muchacho
 mi madre me lo decía
 que mentira no dijese,
 que era grande villanía;
 por tanto pregunta, rey,
 que la verdad te diría.
 —Yo te agradezco, Abenámar,
 aquesa tu cortesía.
 ¿Qué castillos son aquéllos?
 ¡Altos son y relucían!
 —El Alhambra era, señor,
 y la otra la mezquita,
 los otros los Alixares,
 labrados a maravilla.
 El moro que los labraba
 cien doblas ganaba al día,
 y el día que no los labra,
 otras tantas se perdía.
 El otro es Generalife,
 huerta que par no tenía,
 el otro Torres Bermejas,
 castillo de gran valía.
 Allí habló el rey don Juan,
 bien oiréis lo que decía:
 —Si tu quisieses, Granada,
 contigo me casaría;
 daréte en arras y dote
 a Córdoba y a Sevilla.
 — Casada soy, rey don Juan,
 casada soy, que no viuda;
 el moro que a mí me tiene
 muy grande bien me quería.

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