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Reflexiones sobre “El acercamiento a Almotásim” de Jorge Luis Borges



Por Elena Fernández


Este ensayo intenta acercarse de una forma diferente a la obsesión, o tal vez, a la curiosidad, que sentía Jorge Luis Borges por los espejos. En el espejo nos reflejamos, nos multiplicamos y nos vemos críticamente. Para hacer este análisis, que pretende ser un encuentro entre terapia y literatura, voy a partir de un cuento que Borges escribió como un resumen ficcional de novela. Es en éste que se subraya un elemento muy apreciado por los terapeutas: a través del lenguaje le damos sentido a nuestro mundo. Un punto, que está ligado al anterior, es el análisis metafísico que hace el autor a través de un concepto importante para la psicoterapia posmoderna: la reflexión.
En “El acercamiento a Almotásim”, el narrador, simula que tal novela existe y nos ofrece un resumen de ella. Esta historia policial es la primera escrita por un nativo de Bombay.  Borges la presenta en forma de reseña bibliográfica. Es el caso de un estudiante de Derecho que busca al sabio Almotásim. El primero es guiado por el reflejo que el último ha dejado, en forma de luz, en las personas que lo han conocido: “en algún punto de la tierra está el hombre que es igual a esa claridad”. Un primer reflejo que da paso a la reflexión.

Continúa Borges con su sinopsis: en una noche como tantas, los problemas entre hindúes y musulmanes llevan a un grupo de personas a la violencia, en una de las calles de esa ciudad. El protagonista, mata o cree matar a un hindú. Se escapa y en su viaje conoce a mucha gente, ve en una persona cierta ternura y excitación que a su vez viene de alguien más. El estudiante se obsesiona con la idea de encontrar al hombre llamado Almotásim, el hombre que irradia luz.

Emprende una búsqueda frenética que le toma años. Recorre parte de la India en busca del personaje hasta que los rastros que encuentra lo conducen a Bombay, en una circularidad borgesiana. Según la supuesta reseña de Borges, la narración termina de forma abrupta cuando: “Una voz de hombre -la increíble voz de Almotásim- lo instó a pasar. El estudiante descorre la cortina y avanza. En ese punto la novela concluye.”

 El camino que toma el estudiante de Derecho, puede ser interpretado, como el que se hace en la búsqueda del yo. Ramón Moreno Rodríguez comenta que el largo recorrido del joven es visto como el símbolo de la vía de purificación que tiene que recorrer para poder verse: “se sugiere [...] que al atravesar la cortina el estudiante se encontró a sí mismo”. 

Según Moreno Rodríguez, Borges nos da una posible clave en otra de sus obras: el “Coloquio de los pájaros”. Un grupo de aves llega hasta los confines de una montaña en busca de su rey, Simurg (treinta-pájaros): “Treinta, purificados por los trabajos, pisan la montaña del Simurg. La contemplan al fin: perciben que ellos son el Simurg y que el Simurg es cada uno de ellos”.

La novela que reseña Borges, “El acercamiento a Almotásim” se subtitula Un juego con espejos que se desplazan. Es el espejo, nos dice, en la nota final del cuento, igual a una estrella que es todas las estrellas. Tal vez el planteamiento del autor tiene que ver con que nuestras diferencias son una invención, ya que todos somos lo mismo. Nos vemos reflejados los unos en los otros.

Otra interpretación del espejo como símbolo “radica en que los conocimientos del hombre son los reflejos que a través de un espejo recibimos del universo”. Se ha dicho que: “el hombre” [...] como en la famosa ‘cueva de Platón’ sólo conoce a través de reflejos; en el caso de la idea expuesta por Borges, estos reflejos son los de un espejo. En ese sentido, difiere de la idea de Platón pues el espejo borgesiano refleja total y cabalmente los conocimientos (…el universo), mientras que en el mito de la cueva, se propone que sólo se conocen las siluetas dejadas por la luz sobre la superficie de la misma.” 

¿Puede haber otra posibilidad? Podemos explorar más ideas, además de la antítesis entre ilusión y realidad. Para el terapeuta noruego Tom Andersen la idea central en la psicoterapia es la de escuchar de forma respetuosa y empática. Así el cliente o paciente, al hablar sin ser juzgado, sin ser analizado, puede acceder a aquello en su interior, que nunca ha dicho o pensado. Este tipo de terapia es una invitación a un diálogo interior que nos lleva a un conocimiento profundo de nuestro ser. Tom Andersen (1995) menciona que una persona puede cambiar su yo interactuando en las diferentes relaciones o conversaciones en las que él o ella se encuentre, los múltiples yos, están gobernados por la cercanía y el tipo de relación con los otros. Nos dice este innovador psiquiatra que el término francés réflexion tiene el mismo significado que el noruego refleksjon, que quiere decir: algo es escuchado, esto que oímos se toma, se aprehende y se piensa antes de dar una respuesta.  La ilusión del espejo se puede transformar en la creación de una realidad que construimos y analizamos al estar en contacto con nuestro yo y con los otros.

Otra cuestión fundamental es cómo el terapeuta intenta estar siempre conciente del impacto que sus palabras, su actuar y su pensamiento tienen en los otros. Podemos pensar en el espejo como el espacio donde se revisan las acciones propias. Harlene Anderson propone que el diálogo interno del terapeuta, las preguntas que dirige hacia sí, durante la terapia, son tan importantes como el uso de las preguntas para sus clientes, que son la herramienta principal de su trabajo. Y estas preguntas sólo se definen, sólo surgen de la conversación. Terapeuta y cliente, en espejo, para verse y escucharse, no para imitarse.

Para la literata María Eugenia Betancourt, en la obra de Borges, “se pueden encontrar algunos temas que suelen ser recurrentes, pues conforman su idea de que la literatura se basa en unas cuantas metáforas. Las nociones panteístas de que ‘todo está en todas partes y cualquier cosa es todas las cosas’, y ‘cualquier hombre es todos los hombres’, refiere una visión del cosmos, creado o soñado por ‘alguien’, que se convierte en un caos imposible de comprender o explicar en el limitado universo del lenguaje, por lo cual la realidad sólo puede ser expresada en símbolos, que es la representación de ese caos”.

Por tanto en la obra de Borges, el caos puede tener reglas que son humanas y que también son símbolos de un universo humano y falible, continuamente abierto a la reflexión. El espejo, puesto en el lugar adecuado, refleja nuevas posibilidades de ser y estar.

Consideraciones finales:

    ¿Pueden las limitaciones del lenguaje en el universo borgesiano, convertirse en una oportunidad para conocer?
    ¿Puede ser que Borges nos invite a pensar, a participar en un diálogo interior, cuando habla de sus obsesiones, de sus metáforas?
    La claridad en el cuento de Almotásim, ¿viene de saber que el lenguaje es un juego, y que debemos entender sus reglas?
    ¿Es ésa la claridad que, no sólo persigue el autor en sus escritos sino que pide a sus lectores?
    ¿Recibimos la luminosidad o la creamos, con erudición y paciencia, como lo hizo Borges?

Como terapeuta no tengo respuesta a estas preguntas, me quedo con la reflexión de que, si tengo suerte, le lectura de la obra de un genio, me llevará a tener un poco más de claridad. Y, como profesionista, ello me puede conducir a brindar un espacio de luminosidad para que mis clientes tengan una oportunidad de pensar y sentir aquello que todavía no han podido expresar.


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