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Esta noche...cine

Un pueblo de Calabria encaramado en unas altas colinas desde las cuales se divisa a lo lejos el mar Jónico, un lugar donde el tiempo parece haberse detenido, donde las piedras tienen el poder de cambiar los acontecimientos y las cabras se detienen a contemplar el cielo. Aquí pasa sus últimos días un viejo pastor. Está enfermo, y cree que ha encontrado el medicamento adecuado en el polvo del pavimento de la iglesia y que toma cada noche disuelto en agua. “Le quattro volte” es una visión poética de los ciclos de la vida y de la naturaleza, de las tradiciones olvidadas de un lugar fuera del tiempo. Una película que acompaña al espectador a un mundo desconocido y mágico, para descubrir el secreto de cuatro vidas misteriosamente entrelazadas entre sí.


Le Quattro volte (2010). Una película verdaderamente singular, audaz en su laconismo sin palabras. Todo transcurre en un recóndito pueblo de Calabria, donde un pastor de cabras saca cada día a sus animales a pastar. Lejos del mundanal ruido, las horas parecen repetirse, un ciclo de la vida que podría durar siempre o acabarse en breve. Con ánimo contemplativo, deudor del cine de Ermanno Olmi o de películas como El cielo gira, el italiano Michelangelo Frammartino nos mete en atmósfera, el humo de las leñeras donde se fabrica carbón vegetal, el susurro del viento entre los árboles, los balidos y cencerros de las cabras, las campanas de la iglesia. Concentraciones humanas en el pueblo, con motivo de una representación de la Pasión, un entierro y un festejo popular. Todo conecta -la armónica y metafórica idea pitagórica de hombre, animal, vegetal, mineral-, conformando una gozosa experiencia estética.

"No está hecha la miel para la boca del asno", dice el refrán, pero hasta un asno amante de la miel puede ver puesta a prueba su paciencia con el ritmo parsimonioso de la cinta, que no obstante es muy bella. Hay ideas tan felices -los cierres de planos a negro, en el entierro, la noche, la carbonera-, se conecta lo divertido -el accidente de la camioneta- con lo triste -las cabras en el piso de su dueño- de modo tan natural, que resulta obligado reconocer el talento de Frammartino en su muy arriesgada propuesta.


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