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El viaje del elefante

La novela, que a Saramago le parecía más "un cuento", describe un viaje, al mismo tiempo épico, prosaico y jovial, de un elefante asiático llamado Salomón que en el siglo XIX, por algunos caprichos reales y absurdos designios, tuvo que recorrer más de la mitad de Europa. Se trata de un hecho real, ocurrido en la época de Maximiliano de Austria, que nació en Viena, fue nombrado emperador de México en 1864 y fue fusilado en 1867.

Ironía, sarcasmo y belleza

"El viaje del elefante -dice Pilar del Río- es un libro coral donde los personajes entran, salen y se renuevan de acuerdo con las peculiares exigencias narrativas que el autor se impuso y le impusieron". "El elefante y su cuidador tienen nombre, como otros personajes que figuran en los manuales de historia aunque aparezcan también personas anónimas, gente con quien los miembros de la caravana se van cruzando y que comparten perplejidades, esfuerzos o la armoniosa alegría de un techo después de tantas noches durmiendo a la intemperie", añade.
La novela que ronda las 240 páginas, da cuenta de la imaginación de Saramago. "La compasión solidaria, ese sentimiento que siendo expresado literariamente es, sobre todo, humano, atraviesa toda la obra, se distingue y se significa", comenta Del Río. El humor también está presente en la obra y el escritor lo emplea "para salvarse a sí mismo y para que el lector pueda penetrar en el laberinto de humanidades en conflicto sin tener que abjurar de su condición indagadora de humano y de lector", explica la esposa del escritor portugués.

"Ironía, sarcasmo, belleza en estado puro y la responsabilidad de escribir", están presentes en este libro "que no es histórico aunque trate de algo que está en la historia o para ser más exactos en la pequeña historia, aunque intervengan personajes que tengan una vida real y que ahora vuelven a tener una nueva ocasión para convivir con otros procedentes de la imaginación del escritor y todos juntos habitar en las mismas páginas pero no siempre con iguales peripecias", aclara Pilar del Río.

Como es habitual en las novelas del Premio Nobel, El viaje del elefante está puntuado de acuerdo con sus reglas. "Los diálogos se intercalan en la narración, un todo que el lector tiene que ordenar de acuerdo a su propia respiración", comenta. "El lector es el ser fundamental a quien Saramago continuamente interpela, implicándole en el texto", afirma la esposa del autor de Ensayo sobre la ceguera y La caverna.


 Lo real maravilloso y lo real sobrenatural



Un punto en esta obra de Saramago es la relación de los conceptos de “real maravilloso” y de “real sobrenatural”. En una entrevista a Beatriz Berrini para su libro Ler Saramago: O Romance (editado en 1998), el autor reconoce que su obra se integra en el “grupo” del realismo mágico y propone un concepto alternativo, el “real sobrenatural”, diciendo que el real maravilloso no es exclusivo de América Latina. Está presente en muchas obras europeas, desde los clásicos griegos hasta las suyas propias.

En este concepto no existe un conflicto entre realidad y extraordinario, sino una convergencia; no hay contradicción, sino complementariedad. Es como una tela que une elementos que parecen opuestos, pero que se integran. No hay fronteras de hecho, sino una fluidez entre dos dimensiones distintas del mismo universo. Por eso se comprende la siguiente afirmación de Saramago, de 1989: “Sou mais realista do que todos os romancistas que há. Mesmo que eu ponha nos meus livros coisas fantásticas” (Gusmão, 1989).


En la novela se repiten los episodios en los que lo inexplicable solamente se justifica con la manifestación de esa otra faz de la realidad: la hoguera que comenta las conversaciones a su alrededor; el control de su fuerza por el elefante Salomão para no herir el cura; la bruma que envuelve el grupo que acompaña el animal en la floresta portuguesa y los hombres que aparecen y desaparecen sin explicación; la despedida del paquidermo y los cargadores, personalizada y cariñosa, con la trompa acariciando a los hombres y sintiéndose éstos muy conmovidos.
La visión política del mundo de los narradores,confiere un tono profundamente irónico a la Historia y a la narrativa sobre las “grandes hazañas” ibéricas del período de la expansión marítima, desenmascarándolas y poniendo de manifiesto sus verdades nada heroicas.

La visión irónica de las cortes europeas se evidencia desde las primeras líneas de A Viagem do Elefante, cuando se narra cómo surgió en Portugal la idea de regalar el elefante Salomão al archiduque Maximiliano de Austria. Nos ofrece primero un retrato de los reyes portugueses D. João III y D. Catarina como seres banales (las charlas de los dos “à hora de ir para a cama” (Saramago, 2008: 13) para construir luego una narrativa irónica del surgimiento de la idea del regalo. Como que inspirada por una entidad no
humana, persiste, sin embargo, la duda de si tienen origen divino o diabólico. Y aquí encontramos, precisamente, otro guiño irónico. A Catarina le viene la idea mientras “bisbilhava uma oração” (2008: 15), después  de sentir la garganta ardiendo, como resultado, seguramente, de la acción del diablo, por inicialmente haber sugerido la oferta de una custodia, regalo que, concluyen los reyes, sería mal interpretado por la Iglesia. Cuando se da cuenta, la reina se apresura a pensar en la confesión que hará a la mañana siguiente, como todos los días. Catarina salva así a su marido de la “espinho satarefa de descobrir um presente” (2008: 14), tarea que solamente es difícil para quien de hecho soluciona pocos problemas del reino.
Tenemos, por lo tanto, un retrato mordaz de los reyes portugueses como apertura de la novela y que marcará todo el texto, siempre en un tono indirecto e irónico, que hiere y corroe aún con más fuerza, construyendo un retrato de monarcas beatos, inseguros y poco acostumbrados a solucionar cuestiones verdaderamente importantes.
Al mismo tiempo, la localización de la conversación – la alcoba del matrimonio – acentúa la banalidad de los reyes, que, al final, son simples seres humanos que hablan a la hora de dormir, entre gestos cotidianos. Ella se excita con la simple idea del regalo; él vacila ante la sugerencia de la mujer, su inferior de condición, según la jerarquía y el sexo, y a la mañana siguiente es incapaz de formular la carta que remitirá a Maximiliano.
Para esta tarea, D. João recurre al secretario, Pêro de Alcáçova Carneiro. Este permite indirectamente completar el retrato del monarca como un hombre mediocre, porque sus rasgos se distinguen de los del rey: el secretario redacta una misiva perfecta desde el punto de vista retórico y estratégico, demuestra sensatez y responsabilidad, denota precaución e inteligencia, habla a D. João sobre “actos poéticos” y anticipa consecuencias políticas de la oferta del elefante.

 Los europeos de  A Viagem do Elefante tienen reacciones diferentes de los marineros de Colón: la curiosidad y el asombro ante el  animal indio son constantes, acercándose con temor o simplemente huyendo de aquel ser que no tienen ni idea de qué es.

 La lista es todavía más extensa y refleja el imaginario de los siglos XV y XVI. Son los mismos personajes que creen en estas figuras lejanas los que ven al paquidermo pasar ante sus ojos en A Viagem do Elefante. El lejano desconocido se acerca y se hace real. ¿Monstruo o animal? ¿Animal verdadero o mitológico, igual al de los relatos? Es difícil hacer una distinción clara y elegir una opción:

[…] salomão, cujos pés, só por si, teriam deixado no solo a marca de umas
pegadas enormes, quase circulares, como as dos dinossauros de pés redondos,
se alguma vez existiram (2008: 88).

 Maximiliano utiliza políticamente al animal, aclamados ambos por las ciudades por donde pasa el cortejo, más aplaudido Salomão que el archiduque, pero confundidos en el júbilo de las multitudes. Además, el elefante:
será um motivo de inspiração para que os artistas e os poetas de cada lugar de
passagem se esmerem em pinturas e gravuras, em medalhas comemorativas,
em inscrições poéticas como as do conhecido humanista caspar bruschius,
destinadas à câmara de linz (2008: 248).

 Por extensión, la admiración es transferida al cornaca, pues quien lo ve imagina
que  “vai ali um ser dotado de poderes extraordinários, quando a realidade é que o pobre indiano treme só de pensar no seu futuro próximo” (2008: 141).

 No es fácil describir la nueva realidad. Colón admite que los poetas serían quienes quizás lo lograrían, porque es casi imposible hacer el retrato de un mundo con palabras de otro.


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